03 febrero, 2006

maca's creek.


Luego de innumerables tropiezos, cometidos voluntaria e involuntariamente durante años, abro los ojos para hallarme en una posición desacostumbrada; perpendicular al suelo, formando un perfecto ángulo de 90º entre la alfombra, y el resto de mi cuerpo: de pie.
El trayecto a este particular punto no fue fácil, o al menos así lo asumo, puesto que me es difícil recordar cada detalle. No obstante, el sabor salado de lágrimas me suena a dejavú cada vez que me tropiezo con él, cosa menos usual que antaño, pero que afortunadamente sigue sucediendo en ciertos días, como hoy, en que el sol no salió por completo, porque una nubecita de existencialismo se le atravesó.
Aunque me doy mucho crédito al decir eso, pues simplemente son cursilerías de las que hablaré.

Me arriesgo a sonar a derrota, o antigüedad, pero me parece ver que al centro del tablero, y habiendo avanzando un sinuoso trecho, el contador de kilómetros ha avanzado considerablemente. Fuera de la metáfora, el tiempo realmente ha pasado.
Siento que a los 14 años comenzó, de manera oficial, la vida. O quizás un poco antes, a los 12. Whatever... siendo yo una muchacha de esa edad, la adolescencia se me plantó en frente de sorpresa, como a todos. Y con ella vinieron, las amigas, los pañuelos, Sanz, libros y Dawson's Creek.
Las primeras para apoyarme... y para darme problemas. ¿Qué habrían sido mis 14 sin aquellas mujecitas en potencia, haciendo lamentarme, reir, odiar y amar? Los pañuelos para secarme los rios brotantes que me sacaban, producto de desengaños y traumas.
Alejandro Sanz, y su mal/bendito "Más".
Mañanas, tardes y noches llorandolo, todo por ese instinto a lo Truman Show, de imaginar que sus letras se inspiraban en mi -entonces- triste y patética vida.
Los libros... más de 30 libros leidos a los 15, sólo para no tener que relacionarme con el mundo, evitando salir lastimada. Nunca más leí tanto...
Y Dawson's Creek... aquellos viernes en que la TV por cable aun no llegaba a mi morada, y esperaba hasta la 1 de la máñana, apenas despierta, que el Mega me pusiera al día con la historia de Joey, Dawson, Pacey y Jen... ja!
Sí, pertenezco a ese grupo al que la susodicha serie marcó.
No sé como habrá sido la adolescencia del resto del mundo, pero la mía fue fiel a esa existencialista, triste y extremadamente analítica cabeza, de estos maravillosos exponentes norteamericanos de "la edad del pavo".

Junto con las espinillas, la búsqueda identitaria se hizo patente de las maneras más extrañas. Mi estadía en un colegio repleto de féminas igualmente perdidas, sólo agregó a mi cruz un poco más de peso para arrastrar. Ya no sólo debía buscar quien sería yo en la vida, que estilo de música escucharía, cómo serían mis amigas, cómo me vestiría, cómo me portaría y que estudiaría, sino también si sería heterosexual, lesbiana (la palabra que más escuché en mi adolescencia), o me uniría al festin bisexual que ahora se muestra como alternativa entretenida y menos radical a las dos anteriores (además es mucho más fácil porque el número de opciones amorosas se duplica en cuanto tomas la -estúpida e inmadura- decisión).


Y claro, el odio a mis padres.
Ay, me daba tanto para hablar.
Tantos llantos en honor a ellos.
Tantas cosas que.. han cambiado entre nosotros.
De objeto de mi afecto, a odio, y de vuelta.

Y mi hermana... sin comentarios al momento.


El asunto es el siguiente:
Las siúticas charlas de Leery ya no me identifican.
Y mirando a mi sucesora, me parece increíble pensar cuán triste es pasar por los 15, pero cuán detestable es para la gente que te ve hacerlo desde afuera, aquella gente que por dicho trecho ya pasó.
Y me alegro profudamente de pertenecer al segundo grupo.
Me alegra mi posicion perpendicular.
Me agrada no llorar con Sanz.
Me encanta ver nuevamente las repeticiones de Dawson's Creek y pensar que antes las situaciones me eran similares, y ahora pasadas.
Me gusta pensar que cada vez queda menos.
O talvez quede mucho
pero el trayecto se ha tornado más agradable.



Aunque de repente me salga una espinilla y corra a buscar el pañuelo.
Aunque aun me encuentre en trance.
Aunque aun sea una niña.